15 Aug
15Aug

Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (Juan 4:13-14)

En este versículo podemos ver como El Señor usó el ejemplo del agua, para mostrarnos una verdad espiritual que es Cristo la única fuente que sacia las necesidades de nuestra alma.

En esta era de la inmediatez como hijos que aman al Señor, debemos procurar ser diligentes en invertir tiempo para dedicarnos a profundizar en conocer más del Señor. El ritmo de vida acelerado conduce a ser superficiales en cuanto al conocimiento de esta Salvación que nos fue dada, en Cristo. Las muchas ocupaciones y distracciones se vuelven un estorbo para que crezcamos en su Gracia, formando una represa para que ese río de agua viva “el Espíritu de Dios” pueda fluir en nosotros para limpiarnos, vivificarnos y para que otros también puedan saciar la sed de sus almas al ver la expresión de Cristo en nosotros.

Recordemos la palabra en Efesios 2:8-10, Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Necesitamos comprender que fuimos creados a imagen de Dios y reinsertados en esa genética divina en Cristo Jesús, por Su Gracia. Y que se nos fue dada esta salvación a la que accedemos por medio de la Fe, no para obtener cosas o resolver circunstancias, sino para ser librados de todo mal y acceder a la herencia que tenemos en Cristo, esa fuente de vida que sacia, que nos limpia, en la que vivimos conducidos por medio de Su Espíritu y en la cual podemos dar fruto agradable en todo tiempo, para todo aquel que tenga hambre y sed.

El que habita en la plenitud del Espíritu, se vuelve maduro, su vida no es inactiva, sino que es vigorosa, flexible, está en continuo movimiento y progreso. Necesitamos permanecer en obediencia a la Fe, viendo y comiendo del Señor, para salir de todo estorbo, de toda limitación que ha represado el fluir de su vida y poder derramarnos sobre los demás.

Los estorbos aparecen, cuando hemos descuidado el comer y beber a Cristo diariamente. Es necesario ser renovados constantemente por medio de Su palabra, de lo contrario esa agua viva se estancará, así como un río es represado por las edificaciones que construye el hombre intentando almacenarla para su propio beneficio, ocasionando que el río no pueda fluir por su cauce natural, las aguas pierden su frescura, se contaminan e impide la multiplicación de las especies que necesitaban la corriente del río.

Necesitamos dedicarnos en crecer en conocimiento de la Gracia, para que su vida fluya desde nuestro interior.

Es al crecer en el entendimiento de la Gracia, que reconocemos que sin Cristo estamos vacíos y que todos los intentos de obrar en nuestra propia justicia son como trapos de inmundicia.

Es su misma Gracia que nos permite identificar esas estructuras, formas y estorbos que represan su vida, y así como en un río, la fuerza del poder de Su espíritu derrumba todo lo que limita el fluir de Su vida, porque es Dios mismo quien produce en nosotros el querer como el hacer, por su buena voluntad.

Colosenses 1:5-6 a causa de la esperanza reservada para ustedes en el cielo. De esta esperanza ya han sabido por la palabra de verdad, que es el evangelio 6 que ha llegado hasta ustedes. Este evangelio está dando fruto y creciendo en todo el mundo, como también ha sucedido entre ustedes desde el día en que supieron de la gracia de Dios y la comprendieron plenamente.

Entendemos que los frutos que el Señor espera, las buenas obras para las que fuimos creados serán expresados en la medida que comprendamos esta Gracia, como Lideres y jóvenes debemos salir de la superficialidad e inmediatez para conocer y experimentar la plenitud que nos habita. Dediquemos nuestras vidas con temor y temblor a conocer esta salvación.

Amemos ser vivificados y conducidos por la vida de Cristo que yace en nuestro interior, que, así como un cauce es limpiado y erosionado por el mismo río, nuestras vidas por medio del conocimiento de esta salvación sean transformadas para expresar y dar a Cristo.

Mantengámonos sumergidos en ese río que nos limpia y transforma, para ser la esperanza de salvación de quienes necesitan saciar la sed de sus almas.

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