21 Mar
21Mar

Jeremías 29:11 - "Porque yo sé los planes que tengo para ustedes —declara el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza."

Romanos 12:1-2 - "Así que, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es su culto racional. No se conformen a este siglo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta."

A lo largo de la vida, especialmente en los años de la juventud, la búsqueda del propósito se presenta como un desafío emocionante pero también abrumador. A menudo, nos encontramos ante una encrucijada de decisiones, opciones y posibles direcciones que pueden moldear nuestro futuro. Esto puede ser vivido como un peso para muchos, una gran responsabilidad, después de todo son estas decisiones de orden mayor las que van a hacer efecto a lo largo de nuestra vida y marcar su rumbo.

Para muchos, el agradar a Dios toma un eje central en esta etapa. Queremos servirle, amarlo y vivir para Él. Y en repetidas ocasiones, nos cuesta encontrar un rumbo claro con este enfoque. Muchas preguntas surgen con respecto al cómo, cuándo y dónde. Las opciones pueden resultar abrumadoras.

Muchas jóvenes al encontrarse frente a esta etapa sienten que están frente a una encrucijada. Una elección entre una Vocación y un Llamado, entre el servicio o una carrera profesional, una elección entre una pasión y un deber, diferentes personas lo viven de diferentes maneras. Pero considerarlos como cosas separadas es un gran error que solo limita el obrar de Dios a través de nuestras vidas. Un entendimiento acotado de lo que debemos hacer puede ponernos en un lugar en el que es necesario elegir entre una cosa u otra, donde no hay una claridad sobre qué opción es la correcta, y terminamos eligiendo conforme a lo que sentimos en el momento.

Podemos vivir separando y encasillando nuestras posibilidades en lo que consideramos que está bien o mal. En lo que creemos que Dios tiene o no y así, limitamos su obrar. Este enfoque limita la capacidad de Dios de obrar en nuestras vidas, sujetándola a nuestras propias expectativas y deseos.

Frente a tantas opciones, frente a tantas diferentes direcciones y rumbos que podemos tomar debemos recordar una verdad por sobre todas las cosas: Somos administradores de lo que Dios nos dio, no somos dueños de nuestras propias vidas ni de nuestros propios destinos. Nuestro enfoque debe estar dado por escuchar y obedecer a lo que Dios está hablando y lo que Él determinó sobre nuestras vidas para poder responder con obediencia y exactitud.

Esta perspectiva introduce una responsabilidad sobre nuestras decisiones que trasciende nuestros gustos o preferencias personales, porque nos saca de lo que nosotros mismos podemos alcanzar por nuestros propios esfuerzos o ideas. Se trata, más bien, de responder a un llamado más grande con responsabilidad, eficacia y eficiencia.

El mundo actual frecuentemente nos invita a tomar decisiones basadas en nuestros sentimientos y preferencias personales. Sin embargo, el verdadero llamado va más allá, portando un carácter eterno. Nuestras vidas adquieren verdadero sentido cuando participamos activamente en lo que Dios está construyendo, viviendo por una causa mayor que nosotros mismos y adhiriéndose a Su voluntad por encima de todo.

Por eso, es necesario dejar de tratar de elegir entre un llamado o una vocación o entre un ministerio o una carrera profesional y se trata de ser fiel, obediente y exacto a todo lo que Dios nos está llamando. Porque no se trata específicamente de qué es lo que estamos haciendo sino si en lo que hacemos estamos respondiendo a su llamado o no.

No responder a nuestro verdadero llamado en obediencia conlleva el riesgo de tener un impacto limitado en nuestro entorno. Todo lo que no esté lleno de luz permanecerá en tinieblas. Como sabemos, este mundo, los lugares donde nos movemos y nos desarrollamos están pidiendo a gritos por una generación llena de su luz.

Cuando nos movilizamos en obediencia y respondemos a Su voz, podremos ser verdaderamente eficaces y precisos al expresar Su vida estemos donde estemos. El propósito de nuestra existencia es llenarlo todo de Él, conocerlo y darlo a conocer,  transformando nuestro entorno y dejando una huella eterna.

Como jóvenes, líderes, hijos de pastores, o simplemente como individuos en búsqueda de su vocación, estamos llamados a navegar por este mundo no como entidades aisladas, sino como portadores de una esperanza mayor. Al encontrar nuestro propósito en esa esperanza, nos convertimos en faros de luz en un mundo que navega por mares de incertidumbre. Recordemos que el verdadero llamado no es solo una elección de vida, sino una respuesta a la vida misma, una vida vivida en plenitud bajo la guía divina.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.