29 Aug
29Aug

Todos tenemos vínculos. En el estudio, trabajo, familia, congregación, club deportivo, etc., estamos vinculados con otras personas. Los vínculos son parte de nuestra vida y no podemos hacer nada en contra de ello, pero es importante definir y priorizar nuestra relación con esos vínculos.

En primer lugar, me gustaría definir lo que es un vínculo. Según la RAE, un vínculo es una “unión o atadura de una persona o cosa con otra”. En la Biblia lo podemos encontrar, por ejemplo, en Efesios 4:3: “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Si traducimos la palabra original griega, el significado es: atadura unidora. Cada vez que establecemos un vínculo con alguien, estamos generando una unión fuerte, por lo que debemos ser cuidadosos y responsables a la hora de elegirlos.

En segundo lugar, me gustaría hacer énfasis en qué vínculos priorizamos. Estamos vinculados en todos lados, pero no todos esos vínculos deberían representar lo mismo para nosotros. No hablo de cuánto los amamos y honramos, sino de qué lugar les damos en nuestro corazón y nuestra mente. Tenemos muchas personas cercanas, pero al momento de necesitar un consejo sobre algo importante en nuestra vida, no acudimos a cualquiera, sino a alguien que creemos que nos puede ser de ayuda… ¡y está bien! Al igual que si tenemos dolor, no iremos al mecánico, y si tenemos un diente flojo, no iremos al nutricionista. No acudiríamos a alguien que no creemos confiable o indicado para ayudarnos en algo que necesitamos. Ese mismo criterio debemos tener para elegir nuestras amistades.

Obviamente, si hablamos de vínculos, es imposible no pensar en David y Jonatán, en Daniel y sus amigos, en las historias de Jesús y los discípulos, etc., pero hoy quiero centrarme en el relato de Marcos 2:1-5. Jesús estaba enseñando en una casa y, debido a la cantidad de gente que lo rodeaba, era difícil llegar a Él. Por eso, unos hombres que llevaban a un paralítico decidieron bajar a esta persona por el techo para que fuera sanada (v. 4). En el versículo 5 dice que, al ver Jesús la fe de ellos, sanó al paralítico. Piensa conmigo… ¿Qué hubiera pasado si los acompañantes del paralítico no hubieran tenido fe? ¿Qué hubiera pasado si, al ver toda la gente que había, decidían irse del lugar?

En contraposición, pienso en el relato de 1 Samuel 24:1-7. David se encontraba huyendo de Saúl y este entra a reposar a una cueva en la que estaban escondidos David y sus hombres. Estos, al ver que Saúl descansaba frente a ellos, dijeron a David: “He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere”. David corta el manto de Saúl, y su corazón fue turbado. Es por eso que prohíbe a sus hombres levantarse contra Saúl. Ahora bien, si David hubiera obedecido a sus hombres y no hubiera cortado solo el manto, el final hubiera sido distinto.

¿A qué quiero llegar con esto? Muchas veces, nuestros vínculos tienen un rol de mucha importancia en toda nuestra vida. Pueden tener una influencia positiva, como en la primera historia, o negativa, como en la segunda. Debemos ser sabios a la hora de escoger con quién nos vinculamos.

Esto no quiere decir que no nos vinculemos con nadie. Por el contrario, somos parte de un cuerpo. Pero debemos ser conscientes de cómo una relación puede impulsarnos a conocerle más a Él o no, puede enfocarnos o desenfocarnos, puede generar gozo o amargura, etc.

Para que pienses conmigo:

- ¿Mis vínculos me permiten disfrutar la vida del Señor y crecer aún más?

- ¿Mis vínculos tienen palabras que me llevan a descubrirlo más a Él? 

- ¿Cuando estamos juntos, somos expresión de su vida o no?

Oremos para que el Señor siga guiándonos y dándonos sabiduría para poder rodearnos de gente que nos permita ir a más y, también, oremos para poder ser perfeccionados y ser un vínculo valioso para otras personas.

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