Es muy común ver en estos tiempos hombres o mujeres al frente de ministerios exitosos, pero qué en su familia fracasaron.
Quizás muchas veces nos hemos planteado sí es posible administrar una familia y también un ministerio sin que ninguna de estas administraciones sufra pérdida.
Gracias a Dios tenemos un Padre amoroso que no solo nos envía, sino que además nos capacita y nos provee las herramientas necesarias para poder desarrollar ambas administraciones.
Dentro de las Escrituras podemos encontrar fundamentos bien claros para la familia.
El libro de Génesis dice: “el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y serán una sola carne”.
Este versículo habla de la importancia de la unidad en el matrimonio, el hombre y la mujer son los pilares principales, ese vínculo de pareja debe estar fortalecido y en verdadera unidad, sin que haya secretos, ni ninguna tercera persona se interponga en ese vínculo, al punto de que ni siquiera un ser tan querido como una madre (sobre todo para el varón) tenga autoridad para eso, (o sea suegras abstenerse y lo dice Dios).
Otra herramienta que el Señor nos provee es la que se encuentra en Efesios 5:21 y dice “sométanse unos a otros en el temor del Señor”. Esta sumisión mutua implica respeto, amor y consideración en el matrimonio, por ende, en la familia. Sí cada uno de los integrantes tiene en cuenta este principio, la armonía y el equilibrio de caracteres diferentes, será posible en el hogar. Ya que la cabeza principal es el Señor y en pos de Él nos podemos someter los unos a los otros.
Otro desafío que también es muy común en la relación familia ministerio es el manejo del tiempo. Efesios 5 nos dice: “andad con cuidado, aprovechando bien el tiempo”.
Este principio es esencial para todas las áreas de la vida, no solo para la familiar o la ministerial. Sino que, la administración sabia, la organización, el planeamiento de cada actividad, de cada cosa qué hagamos nos permita mantener un equilibrio adecuado, asegurando que la familia reciba la atención que se merece. Para eso es muy importante qué el vínculo entre el marido y la esposa sea sólido, porque cada asunto debe ser consultado, comunicado. No solamente el tiempo y la organización de las actividades son importantes, sino que también la comunicación entre los esposos es muy importante.
Otra ayuda que el Señor provee frente a los conflictos que surgen, inevitables en cualquier relación, es por medio del poder del perdón. En Colosenses 3:13 dice: “sopórtense mutuamente y perdónense sí alguno tiene queja contra el otro”. Recordando siempre que el vínculo perfecto es a través del amor. El perdón y la paciencia son esenciales para mantener la paz en el contexto familiar. Sabiendo sobre todo que estas virtudes no nos pertenecen, sino que son dadas por Dios, por su Gracia, por su Vida en nosotros.
Dejamos al final la más importante que es la dependencia de Dios. El salmo 127 dice que: “sí el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los qué la edifican”. Depender de Dios, de su Espíritu Santo con un corazón sano, tierno, obediente y sensible a la voz del Señor es el principal fundamento para enfrentar todos los desafíos que se puedan presentar en ambas administraciones.
Oír su voz, tener un corazón sensible y obediente, humillado, reconociendo que todo es por su Gracia, que nada es propio, tanto el trabajo dentro de la familia cómo en el ministerio, verán realmente al Perfecto, lo verán a Él y todo fluirá, todo será más fácil.
Si su Hijo crece dentro nuestro será visto en nosotros, nuestra familia y el ministerio.